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sábado, 3 de abril de 2010

La minoría de edad como eximente


por Ana Alejandre

En el día de hoy se ha producido la terrible noticia de que la niña de trece años, Cristina Martín, que había desaparecido de su hogar en Seseña (Toledo) ha aparecido muerta, con signos evidentes de violencia, en el interior de un pozo de unos tres metros de profundidad, en una antigua cantera de yeso, cercana a su domicilio.

El hallazgo se ha debido a la declaración realizada por una compañera de colegio de la víctima, de unos quince años de edad, que se ha declarado culpable de la muerte de la pequeña. Por su edad, es inimputable, por lo que al cumplir los 18 años y después de pasar menos de tres años en un correccional saldrá a la calle con la “culpa expiada” por el asesinato de su compañera, en una burla sangrienta hacia la víctima, su familia y la de toda la ciudadanía que contempla estupefacta e indignada la actual y vigente aplicación de la Ley a menores de edad física, pero no psíquica, que cometen crímenes atroces, sabiendo que por su edad no cumplirán condena carcelaria alguna y el asesinato les saldrá gratis, además de ser una experiencia excitante, para sus mentes criminales que muchas veces, después de crímenes semejantes, han llegado a declarar los culpables que lo hicieron “para saber lo que se sentía al matar a alguien”.

Esta horrenda noticia vuelve a reabrir el debate de una reforma necesaria y urgente de la Ley del Menor que trata a los menores de dieciocho años con una benevolencia que no se encuentra en ningún otro ordenamiento jurídico del área europea. En el Reino Unido, por ejemplo, el menor que comete un crimen execrable como el sucedido en estos días, es ingresado en un correccional hasta que cumple la mayoría de edad, los dieciocho años también en dicho país, y pasa inmediatamente a una cárcel a cumplir la pena íntegra impuesta al delito que se le imputa.

Es el Congreso de los Diputados, órgano deliberante el que debe iniciar la reforma de la citada y trasnochada Ley del Menor, que intenta castigar a los menores en edad, pero no en maldad ni en instintos asesinos, haciendo así poco favor a la Justicia a la que debe servir, con castigos nada ejemplarizante, pero sí irrisorios por la gravedad del delito cometido por quien mata impunemente.

Este país, en el que predominan más los derechos de los delincuentes, asesinos, violadores que los de las víctimas que pagan con sus vidas de forma irreversible los desmanes de aquellos, parece tener horror a imponer el castigo adecuado al delincuente, en proporción al delito cometido, por una supuesta idea progresista de reinserción de los culpables, muchos de ellos completamente inreinsertables por sus características de sociópatas a los que la psiquiatría se declara incapaz de corregir sus malsanas mentes, lo que les está mandando un mensaje subliminal a los menores de edad, a los que les resulta fácil, cómodo y barato cometer un crimen espantoso, a sabiendas de que su minoría de edad le salvará de ir a la cárcel. También, pueden ser utilizados los menores autoinculpados por los verdaderos asesinos, para que puedan ser declarados culpables aquellos de un delito ajeno, cometido por un tercero, familiar o allegado, y así no tener que pagar la condena impuesta y lo haga en su lugar y de forma leve, el menor que se presta a pasar por el verdadero culpable.

En el caso que comentamos, la Guardia Civil sigue todas las pistas y puede ser que en los próximos días se levante el secreto del sumario y se pueda saber si, de verdad, la menor que ha declarado ser la autora del crimen es la verdadera culpable .

Sólo resta desear que la familia, destrozada por este trágico hecho, pueda ver que el verdadero culpable quede a disposición judicial y pague una condena que, sea o no menor de edad el asesino, siempre será demasiado leve para pagar la muerte de una niña de trece años que ya no volverá nunca más a su hogar del que salió una mañana para encontrarse cara a cara con la muerte.

Descanse en paz.