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jueves, 26 de enero de 2012

El coleccionista de cadáveres

                                                         


                El horror se esconde en muchos hogares, oculto a las miradas ajenas, incluso a la de los más cercanos con los que se convive -como ha demostrado la  numerosa casuística de este tipo de hechos en los que una mente enferma, o propia de psicópata, puede llegar a hacer realidad lo que afirma el dicho tan conocido de que “la realidad supera la ficción-”. Cuando esa realidad es  tan pavorosamente horripilante como la que ofrece este caso, más bien parece sacada de la mente calenturienta de un escritor de obras de terror que de la vida real.
         La prensa nos ofrece la tenebrosa noticia de que la policía rusa ha detenido, en noviembre de 2011, a Anatoly Moskvin, de 45 años, residente en Nizhny Novgorod, quien desenterraba cadáveres y los vestía con ropas femeninas, además de colocarlos en su propio domicilio como muñecas de tamaño humano con los que convivía con total naturalidad, lo que aún hace más siniestra la noticia e increíble, pero cierta, como un caso extremo de necrofilia.
            Es detenido estaba considerado el mayor experto en cementerios de la ciudad y manifestaba en público su afición por ”explorar cementerios” y  observar las distintas lápidas para  “estudiar la historia personal" de cada cadáver.
            La profesión del autor de tan macabros hechos es la de historiador local, y fue detenido, según informa el diario  Huffington Post, en el cementerio cuando llevaba encima un saco de huesos.
            Cuando la policía  llegó al domicilio de Moskvin,  halló en el mismo 29 cadáveres de mujer  -que fallecieron entre los 15 y 25 años de edad- , que se encontraban momificados y vestidos.
Las fotos de los cadáveres fueron  publicadas por el diario ruso  Lifenews.ru y  muestran a los cadáveres vestidos como si fueran muñecas. Parece ser que el detenido profanaba las tumbas siempre por las noches, y  en su casa la policía encontró, además de las macabras “muñecas”, órganos de mujeres fallecidas entre los 16 y 18 años, según los análisis practicados a dichos restos.
           Al parecer, y según las propias manifestaciones del detenido, su tenebrosa afición tuvo comienzo cuando tenía 12 años, por el hecho de pasar junto a un cortejo fúnebre de una niña  fallecida a los 11 años,  y  algunos de sus participantes le obligaron le a besar el rostro de  su cadáver.
            Naturalmente, si  todos los niños que han besado a algún familiar muerto les diera por realizar tan horripilante colección, el mundo estaría lleno de psicóticos como es el que protagoniza esta terrible noticia, porque sólo cuando hay una predisposición patológica se pueden dar casos como éste, pero no motivados por el simple hecho de haber dado un beso a un cadáver, explicación que resulta, cuando menos, increíble si no se tratara de un perturbado.
            En la noticia se advierte que fueron los propios padres del siniestro coleccionista los que dieron aviso a la policía por haber visitado a su hijo y encontraron la extraña colección de supuesta y terroríficas "muñecas" que les llenó de horror.
            Para que el lector se haga una idea del alcance de lo espeluznante que son las circunstancias que concurren en esta noticia, se acompaña una fotografía publicada en la prensa rusa de una de los cadáveres ataviados como una muñeca -a los  que colocaba  siempre una máscara-,lo que hacía para tapar los cuerpos con medias y faldas largas, a fin de que no se advirtiera la verdadera naturaleza de lo que escondían debajo.
            Terrible noticia que pone de manifiesto la insania de algunas mentes perturbadas y el horror que se puede esconder tras los muros de una aparente pacífica casa, lo que es la demostración palpable, como la punta de un iceberg que esconde mucho más debajo del agua, de la evidencia de que podemos convivir con locos, con peligrosos dementes o psicópatas –ambos términos no son sinónimos-, y sólo se  les llega a descubrir cuando el horror de los hechos se pone al descubierto por una fatal casualidad, dejando a todos, propios y extraños, sumidos en la más profunda y terrible consternación, asombro y pavor.