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miércoles, 10 de octubre de 2012

Las desapariciones de menores: una tragedia en aumento.



Ruth y José Bretón

                El reciente y trágico caso de los menores desaparecidos en Córdoba y que, al parecer, por el resultado de los análisis de los restos encontrados en la finca propiedad de la familia del padre de los niños, corresponden a menores de 4 y 6 años, ha confirmado las sospechas de que el padre es el causante de la desaparición y posible muerte de los niños que, ahora, se ha convertido en una terrible certeza, por lo que José Bretón ha sido inculpado de asesinato con el agravante de parentesco (parricidio), es uno de los casos más recientes y controvertidos de desaparición de menores que ha terminado con tal trágico desenlace.
Esta terrible noticia trae a la memoria la constante desaparición de menores en nuestro país que, según las fuentes de las Fuerzas de Seguridad del Estado, ascienden a más de 20.000 al año las denuncias presentadas por ese motivo. Aunque no existen datos oficiales del motivo de dichas desapariciones, la mayoría de las mismas son fugas voluntarias por parte del menor que, en la mayoría de los casos, tiene un final feliz y de forma inmediata. Sin embargo, entre cinco a diez denuncias de desapariciones  son productos de actos criminales encaminados al secuestro con fines ilícitos, bien para la explotación sexual, la petición de rescate o, incluso el asesinato.
Cuando se produce una desaparición, parece ser que las primeras horas son críticas para la resolución del caso, pues un estudio estadounidense asegura que un 76,2% de los niños que han sido secuestrados y asesinados, murieron en las tres primeras horas trascurridas de su desaparición, por lo que no es conveniente esperar que pasen 24 horas desde la desaparición para poner la consiguiente denuncia.
En estos casos y otros similares de desaparición que no corresponden a los dos tipos habituales: desaparición por voluntad propia o por secuestro, como son los producidos por el llamado secuestro parental (el niño secuestrado por uno de los progenitores que están separados), o menores inmigrantes que viven prácticamente en las calles, así como los niños desparecidos accidentalmente sin que intervenga su voluntad ni la de un tercero, sino que se pierden en una multitud, en un centro comercial o espacio público, la Comisión Europea y la organización Missing Children Europe, a la que pertenece (ANAR (Fundación de Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo), ha creado, en 2007, un teléfono gratuito, el 116000, que es una línea única, confidencial y de atención permanente (24 horas, 365 días al año) que tiene una implantación, en los cinco años que lleva funcionando, en 11 países de la Unión Europea y que en España empezó a funcionar en marzo de 2010 y está gestionado por ANAR, que tenía en funcionamiento, desde hacé más de dieciocho años, el teléfono para atención a menores el 900202010. Ahora, en España, se encargan de atenderlo, para casos de secuestros, más de 150 profesionales titulados y voluntarios que ofrecen atención psicológica y jurídica tanto a los menores como a las familias que pasen por tan duro trance. Dicho servicio funciona en coordinación con miembros de la Guardia Civil y la Policía nacional y Autonómica, para que puedan actuar con urgencia en los casos de mayor gravedad. ANAR realiza informes periódicos de los casos registrados en el 116000 y colaborará estrechamente con las fuerzas de seguridad en las investigaciones que estén abiertas.
El objetivo de esta iniciativa es que todos los países de Europa estén coordinados y puedan intercambiar información, especialmente en los casos de secuestro transfronterizos, que son los secuestros más frecuentes  y suponen ya un 20% de las denuncias por dicho motivo en Bélgica.
Gabriel Vidrascu
Sería conveniente que todos los ciudadanos conociéramos dicho servicio, tanto si existen menores en la familia como si no, porque es un deber moral poder ayudar en un problema tan grave como es éste que hace vivir a los niños y a las familias afectadas auténticas pesadillas, para que unos y otras puedan contar con el apoyo de todos los ciudadanos de buena voluntad, aportando datos concretos de los menores desaparecidos si los supieran, para que pudieran ayudar a resolver esas tragedias que viven tanto los menores como sus familias que, en algunos casos, tiene un final trágico igual que el de los niños de Córdoba o el del niño desaparecido en Vicálvaro, Gabriel Vidrascu, de 12 años, el 24 de septiembre pasado y del que apareció su cadáver pocos días después, aunque los informes forenses no advierten señales de violencia y sugieren que puede ser  su muerte debida a un accidente. Tanto en uno como en otro caso, se ha puesto de manifiesto la veracidad de que, en tales situaciones, las tres primeras horas desde que se produce la desaparición son críticas, porque en  ese corto lapso de tiempo es cuando se producen las muertes de los menores desaparecidos, en el caso de que tengan tan dramático final. Tanto los hermanos de Córdoba como el niño de Vicálvaro murieron en las primeras horas después de su desaparición, según los informes forenses.
En una sociedad tan compleja y enloquecida como es la actual en la mayoría de los países occidentales, sin obviar al tercer mundo que une a este grave problema otros muchos iguales de terribles, los adultos deberíamos concienciarnos que las ciudades y pueblos no son tan seguros ya, como hace décadas, para que los niños puedan jugar en las calles sin vigilancia por parte de los adultos; porque el problema ya no reside en que puedan hacerse daño cayéndose de la bici o de los patines, sino que nadie sabe quién acecha con aspecto inofensivo, y está eligiendo la víctima propiciatoria para su sexualidad pervertida o su falta de escrúpulos que le induce a  arrancar a un menor de su familia con cualquier motivo espúreo, trayendo el horror y la tragedia a la vida del niño raptado y a la de sus familiares que siempre se encuentran indefensos ante tal acto de vileza cobarde.
La desaparición de menores es una lacra social que afecta directamente a unas 20.000 familias españolas cada año, según las estadísticas policiales, sin embargo nos afecta todos porque cada niño que desaparece es un aldabonazo a las conciencias para recordar que hoy le ha tocado a ese niño y a esa familia y mañana puede ser a tu hijo, hermano, nieto o sobrino y a tu familia. Ponerse en el lugar de la víctima es difícil cuando la tragedia le toca a alguien ajeno; pero el peligro está ahí para todos los niños y adolescentes sin excepción y, por lo tanto, afecta a toda la sociedad.