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sábado, 31 de octubre de 2015

Delincuentes solidarios


Aunque este blog trata sobre temas
Panorámica del accidente del autobús de presos
relacionados con los sucesos que conmocionan a la opinión pública por su gravedad y dureza; también tienen cabida en él las noticias que, por su índole, parecen abrir un resquicio de esperanza sobre la condición humana que surgen, precisamente, en lugares insospechados y protagonizados por quienes por su condición, antecedentes o características, menos se puede esperar de ellos tales conductas que les honran y demuestran que en el fondo de cada ser humano, por maleado que esté, siempre queda un resto de humanidad y empatía que se pone de manifiesto en situaciones como la que a continuación se narra:

Cuando el 11 de agosto pasado, un autobús penitenciario que transportaba a 50 presos que regresaban a la cárcel después de un día de trabajo y circulaba por una carretera interestatal de Arizona chocó contra un camión, quedando el autobús volcado, al igual que el camión que ya lo estaba cuando se produjo el accidente, los prisioneros saltaron a la carretera pero no para huir, aprovechando el caos que se produce en esos momentos, sino para ayudar a los heridos,  pues los ocupantes del autobús que quedaron ilesos permanecieron en el lugar del accidente para atender y ayudar a  múltiples afectados, entre los que se contaban veinte de sus compañeros, además del conductor de dicho autobús que quedó gravemente herido: 

Se quedaron en el lugar del accidente, ayudando a realizar los primeros auxilios hasta que llegaron las diversas ambulancias y la policía, desaprovechando la oportunidad que les había brindado el azar para poder huir, esperando tranquilamente mientras ayudaban a que los recogieran a todos, tanto a los heridos del autobús y del camión, como a los presos que resultaron indemnes para llevarlos de nuevo a prisión.

Naturalmente, se podría pensar que ayudaban a sus compañeros, pero quien está privado de libertad, como demuestra la casuística, a la hora de intentar recobrar la libertad perdida antes de cumplir el tiempo total de la condena, no atiende a consideraciones de compañerismo si puede salir huyendo, aprovechando cualquier oportunidad que se le presente por azar, o bien, por su propia astucia y esfuerzo para conseguir cualquier medio que le ayude a huir de la justicia y del cumplimiento íntegro de su condena.

El gesto de altruismo que tuvieron los presos que resultaron indemnes, al quedarse ayudando a los heridos y esperar a las ambulancias y a la policía que fueron alertados del accidente, demuestra que entre quienes cumplen condena por sus actos delictivos también existen personas en las que el altruismo, la generosidad y la empatía se manifiestan en casos que requieren estas cualidades humanas. 

Y esta noticia asombra doblemente en esta sociedad en la que es demasiado frecuente, desgraciadamente, que quienes presencian un accidente en carretera salen huyendo para no verse implicados en él o sufrir algunas molestias consecuencias: ayudar a los heridos, llamar a la policía, testificar al respecto, etc.. Y digo doblemente, porque los presos que se quedaron a ayudar a los heridos son delincuentes convictos que desaprovecharon la oportunidad de huir, por lo que lo que no sólo obviaron las molestias y el esfuerzo de atender a los heridos después de una larga jornada de trabajo, aunque sabían que una oportunidad igual para huir no se les presentaría por ese curioso azar que parece hilvanar las oportunidades al destino humano; sino que su propia condición de convictos pareció unirlos en un mismo propósito a los treinta presos que resultaron ilesos, ya que ninguno tomó la iniciativa en solitario de salir huyendo. Actuaron como si una extraña cohesión de compañerismo responsable les obligara a quedarse ayudando a sus compañeros heridos, aún sabiendo las consecuencias que eso tendría para ellos que no eran otras que su vuelta irremediable a la cárcel, sin que su gesto de solidaridad pudiera alterar su previsto destino carcelario, ni menguara su condena.

Este gesto de solidaridad choca en una sociedad en la que, muchas veces, quienes son meros testigos de un accidente salen huyendo del lugar para evitarse molestias y problemas, además de ahorrarse el tiempo que todo ello conlleva. Y lo peor es cuando quien sale huyendo es el causante del accidente que lo hace por el miedo a las consecuencias penales, civiles y económicas que le puedan resultar de estar implicado en el accidente, sobre todo si se ha producido por dolo o negligencia imputable a su propia actuación.

Es siempre alentador comprobar la solidaridad manifestadas por esos convictos solidarios, quienes no tenían nada que ganar y sí mucho que perder -como es la preciada libertad-, por lo que decidieran unánimemente quedarse a ayudar y a esperar a que llegaran a recogerlos tanto a los heridos como a ellos mismos, como si la deuda a pagar a la sociedad que suponían sus respectivas condenas no fuera suficiente y quisieran mostrar su solidaridad con las víctimas del accidente en un plus de altruismo. 

Esta altruista actitud muchas personas, supuestamente honorables y sin tacha alguna, hubieran obviado huyendo del lugar del siniestro como almas en pena, sin sentir la más mínima empatía  hacia quienes quedaran heridos, porque la única pena que tendrían que cumplir por la falta de auxilio cuando no hay pruebas que la demuestre, sería la que les impondrían sus propios remordimientos, en el caso hipotético de que los tuvieren, a pesar de que éstos, muchas veces, se encuentran ausentes del ánimo de quienes carecen de solidaridad, de antecedentes penales y también de conciencia.

Es por ello que hay que destacar noticias como estas que demuestran que "ni son todos los que están, ni están todos los que son", en referencia a la cárcel y sus ocupantes, pues en prisión hay personas de todas las calidades humanas, al igual que sucede en la propia sociedad libre, en la que también hay seres desalmados aunque no hayan infringido la ley o la hayan hecho con pericia para no ser descubiertos y condenados. 

No es cuestión de infringir o no la ley a secas para ser decentes y buenos ciudadanos, sino de respetar siempre la ley natural no escrita que late siempre en el corazón de cada ser humano para poder ser llamado tal y no  un simple ser racional desprovisto de toda humanidad que es lo mismo que ser un desalmado.